Tomo aire. Llevo unos días duros. No sé si son momentos más duros de lo normal, o que tengo menos resistencia. La sensación es de cansancio, fatiga, falta de aire, ahogo... No recuerdo la vez que me salió algo bien a la primera. A eso estoy acostumbrado. A que las cosas importantes de mi vida han sido con sangre y sudor. No me da miedo el combate ni las heridas. Soy duro, y si es necesario, soy implacable. Las personas que en el pasado se enfrentaron a mi nunca más lo volvieron a intentar.
Pero es mucho sacrificio. Llevo dos noches soñando con mi padre. Me mira con gesto triste, se gira y se va. Es como una analogía de "esta lucha la tienes que librar tú solo, es tu futuro, tú decides". Supongo que la culpa por no haber sido el hijo que él se merecía me sigue minando. Pero ya da igual, esta en un sitio mejor, sin dolor, y sé que confía en mí, aunque no me lo diga.
La miro. La miro todo el tiempo que puedo. Miro su pelo, sus ojos, su piel, sus labios, su pecho, sus piernas, sus manos... Justo en ese momento, cuando la miro, es cuando recupero fuerzas. Siempre me parecerá inalcanzable. Da igual las veces que la tenga en mis brazos, las veces que acaricie su pelo, las veces que la bese... esa sensación "21 de febrero" no se me pasará nunca.
A veces su mirada triste, sus ojos perdidos en el infinito, su boquita pequeña, su apatía... a veces me preocupa...siempre. A veces me recorre el miedo, ese miedo que nunca he tenido, pero claro, nunca he sentido esto por nadie. Ahora entiendo mis relaciones anteriores, controlables, sumisas, rendidas a mí o a mis circunstancias, esperando una pareja que las respetase y las convirtiese en las amas de casa perfectas, viviendo una vida tranquila...y gris... relaciones muertas por dentro. Por eso era infeliz, por eso era tan infeliz. Algo dentro de mi me arrastraba fuera de ellas, sin ni siquiera haber razones para ello. Ver sus caras cuando se hundía el barco "esto no me puede estar pasando a mí" ...dios, me convertía en lo que más odiaba. No hace falta insultar o ningunear para ser un tío mierda. Yo lo fui porque no quería ver la realidad...y ellas tampoco.
Pero eso ya da igual. Fue el peaje hasta llegar a este punto. Ahora esta ella. La más bella, explosiva, dura, inteligente, cualificada, sin límites... la persona más compleja y atractiva que he visto en mi vida. Un reactor de fusión con fugas suelo decir. Se que necesita más de mí. No estoy quedando a la altura que merece. No me estoy comportando como debo. Intento utilizar atajos para que todo sea más fácil, pero no debo hacerlo. Es la mujer de mi vida, la que me ha salvado de hundirme en mi propio miedo, la que me ha dado una ilusión, la rosa que, con todas esas espinas afiladas, que muchas veces me dan miedo, ilumina mi mundo.
Y ahora toca el combate final, la última batalla que decidirá si estoy a la altura o no. Un combate que nunca antes he vivido. Estoy en territorio inexplorado. Rodeado de ineptos y gente que pone piedras en el camino, y viendo como esas piedras la hacen sufrir. Ella aparte tiene otro combate contra su destino, darse cuenta de que puede ser lo que quiera, que el miedo no es razón para decidir su vida. O todo o nada, espero que se de cuenta.
Y espero que sepa que toda mi lucha, mi sacrificio, incluso la superación de mis miedos, todos, es el resultado de mi compromiso. No creo ser suficiente, pero jamás me rendiré, jamás. Quiero poder mirarme a la cara, ver mis cicatrices, mi golpes, mis lagrimas, quiero saber que luché como un titán, contra todo y contra todos, por su amor. Y si al final lo consigo, si al final ella dice "si, quiero", si al final todo el sacrificio premia mi constancia y perdona mis errores y mi pasado, quiero mirar al atardecer de ese día, elevar mis manos al cielo, dejar que los últimos rayos de sol penetren entre mis dedos y gritar "padre, lo conseguí, siéntete orgulloso".
Y si no... dará igual. Todo dará igual.