No hay desgracia que no sea una suerte. Eso dice la persona que llena mi vida. Al principio me parecía una frase más, un dicho, una metáfora, un refrán. Pero esta mañana, tras quedarme un rato en la soledad de mi cama, viendo entrar algunos rayos de sol mientras aún escuchaba el eco de su voz en mi mente, me di cuenta que es algo más.

Pensaba en 2018, cuando por momentos pensaba que la vida se ponía en mi contra...otra vez volver a empezar, otra vez luchar con mi salud, otra vez buscar algo para tener ilusión. Al no encontrar nada que me llenase, me dediqué a no pensar, a no buscar, a dejar que el viento me llevase, sin timón ni destino. Desde la nada hacia la nada.

Y en ese momento, cuando menos esperaba de la vida, empecé a conocer algunas personas, sin verlas, sin oírlas, pero que me transmitían energía y positivismo, y siendo como soy, intenté dar yo también algo de mi propia cosecha.

La selección natural se encargó de dejar únicamente las que merecían la pena. Con algunas me llevé grandes decepciones, con otras mucha ilusión, y con una... con una me llevé algo que ha cambiado mi vida. Pero ella ya lo sabe, lo está leyendo ahora mismo con una sonrisa. Este breve relato quiero abrirlo a todos los que piensan que sólo hay un camino, un destino, un viaje. Eso pensaba yo, pero estaba equivocado.

La vida no es una línea, no es una ruta marcada. Es una ecuación, un algoritmo, un cálculo de variables de las cuales sólo podemos controlar unas pocas. El resto son aleatorias, difusas, incomprensibles a veces, pero que nos hacen vibrar, soñar, ilusionarnos.

Si miro hacia atrás no hay forma de llegar a este punto donde me encuentro ahora sin haber pasado por todas esas variables. No estaría escribiendo en este blog, no estaría suspirando por ella, no estaría con nuevas y renovadas energías para afrontar todo lo que depara la vida. A veces fue duro, a veces fue triste, a veces fue oscuro... pero fue lo que tenía que ser si buscase este resultado.

Quizás dentro de años, décadas, las variables sigan cambiando mi vida, pero de una cosa estoy seguro: Hoy, ahora, en este momento, nada ni nadie puede quitarme la sonrisa, la ilusión ni la esperanza. El pasado y la experiencia dictan que no se puede dar nada por sentado, que nada es inmortal, ni nosotros mismos ni nuestras vidas. Pero todo eso da igual, nuestra vida es una millonésima parte de un segundo en el reloj del universo, y no podemos tener miedo a cómo vivir ese momento.

La elijo a ella, elijo mi trabajo, mi entorno, mi mundo. Elijo poder elegir. Elijo disfrutar al máximo cada momento, porque al final, cuando plasmemos nuestro "The end" en el libro de nuestras vidas sólo contará aquello que hayamos hecho con pasión. Por eso digo que no hay desgracia que no sea una suerte.

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